jueves, 7 de agosto de 2014

A mi padre.


No, no oculte las viejas entradas, las borré. Y no, no lo hice en esos 10 minutos que le pedí. Lo hice desde el momento en el que le mencione que tenía un blog, entre en pánico, realmente no quería que nadie leyera lo que aquí escribía, y usted padre, es peor que esa organización de supuesta inteligencia que se menciona en las películas de acción.  Algún día, cuando decida que la cantidad de confianza que tengo es suficiente para salir de la etapa de “escritor miserable”, puede que ese día vuelva a publicarlas, eso, o me dará tanta vergüenza saber que yo escribí esas mezquindades y las ocultaré por el resto de mi existencia.


O puede que simplemente no confíe en que sean capaces de entender la simplicidad de mis palabras. Esperan encontrarse con algo tan complejo y profundo que se hacen un lío con lo fácil. Es gracioso. Y podría ser la oportunidad perfecta para jugar con sus mentes y destrozarlos, pero ese es otro tema. El punto es, querido padre (No suena tan retorcido como dicen), esas viejas entradas se irán conmigo a mi tumba, yo jamás las escribí, jamás existieron, olvidemos esto. Será el coma de mi vida.

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